En el escenario actual, la transición hacia una economía circular emerge como un imperativo global, ofreciendo una serie de beneficios tangibles. Una de las principales ganancias reside en la drástica reducción de los residuos generados, un problema acuciante en las economías lineales. En Europa, solo se reciclan 40% de materiales, mientras que 25% se incineran, lo que permite una recuperación de energía limitada, y el resto se deposita en vertederos. Esta realidad es preocupante, pues implica la pérdida de valor de mercado de los materiales reciclados, que van desde los 30% del acero hasta los 75% del papel. La economía circular, por el contrario, propone mejorar la calidad de los productos reciclados, haciéndolos aptos para su reutilización en la producción, lo que no sólo reduciría los residuos, sino que también limitaría la necesidad de extraer nuevas materias primas, aportando considerables beneficios medioambientales.
La búsqueda de reducir la dependencia de las materias primas a través del reciclaje trasciende los beneficios ecológicos y se extiende a un ámbito macroeconómico. Este fenómeno se traduce en protección contra las crisis económicas, proporcionando un escudo protector a los países. Observar las tendencias de los precios y la volatilidad de productos básicos durante la última década refuerza esta afirmación, destacando los dramáticos aumentos en ambos casos. Cuando un país importa menos, se protege de la volatilidad de los precios, evitando así la creación de tensiones en los mercados.
Los beneficios económicos derivados de la implementación de una economía circular son sustanciales. Según el informe de la Fundación Ellen MacArthur titulado “Crecimiento interno: una visión económica circular para una Europa competitiva”, la mayoría de los indicadores económicos, como el ingreso medio de los hogares y el PIB europeo para los horizontes 2030 y 2050, serían considerablemente más altos en un escenario de transición hacia una economía circular. Al mismo tiempo, veríamos una reducción de las emisiones de dióxido de carbono, el consumo de materias primas y los costos sociales relacionados con la salud, la gobernanza y la estructura.
Este cambio paradigmático provocaría también la creación de hasta 2 millones de nuevos puestos de trabajo de aquí a 2030, además de una posible ganancia de 630 mil millones de euros para las empresas. Por último, se estima que este modelo podría permitir a las empresas europeas ahorrar hasta 8% de su facturación anual en costes, sin dejar de ser competitivas frente a competidores que dependen del suministro de materias primas.
En resumen, la transición hacia una economía circular es una necesidad apremiante para la sostenibilidad del planeta, una fuente inestimable de oportunidades económicas y ventajas competitivas para las empresas europeas. Al adoptar prácticas más eficientes y sostenibles, es posible proteger el medio ambiente para fortalecer la resiliencia económica.